DISEÑO SISMORRESISTENTE: UNA TAREA COMPARTIDA
De acuerdo con lo que se sabe, la construcción de la cúpula de hierro fundido del Mercado del Grano en París, en 1811, marca el inicio de la colaboración entre arquitectos e ingenieros. Según Sigfried Giedion, esa ocasión fue la primera vez en que las funciones de ambas disciplinas no estuvieron unidas en una sola persona. Desde entonces, la ingeniería no ha dejado de hacer sugerencias al proyecto de arquitectura, especialmente en Chile, en donde el sismo parece ser el “fenómeno fundamental”. Conceptos y técnicas de cómo evitar el diseño de pisos débiles; cuidar efectos de torsión; configurar una nutrida hiperestaticidad; estructurar a base de muros; garantizar la continuidad, la correcta ubicación y distribución de los elementos resistentes; además de pensar en materiales ligeros; son todas recomendaciones que los arquitectos no debemos pasar por alto. El Perfil Bio-Sísmico de Edificios y la idea de Edificio chileno son, también, concepciones ingenieriles que se han perfilado como respuestas locales del diseño sismorresistente frente al evento telúrico. Así como una construcción lugareña se ha erigido en diálogo con la cultura, el clima y el ambiente, estas técnicas no pierden de vista la “Identidad Sísmica” de nuestro territorio. Este número de ARTEOFICIO quiere mostrar esta relación entre ingeniería y arquitectura expresada en la valiosa contribución publicada en este número, del ingeniero Tomás Guendelman, una autoridad en el ámbito de la ingeniería estructural. Del mismo modo, agradecemos a la profesora Claudia Ojeda por reseñar el perfil de los contenidos de esta entrega.