Columna de Américo Ibarra, director del Observatorio de Políticas Públicas del Territorio publicada en Estrategia.
Los estudios recientes realizados por TECHO-Chile y Déficit Cero han arrojado cifras preocupantes que revelan la existencia de más de 1.200 campamentos catalogados en Chile, los cuales albergan a 113.887 hogares, de los cuales el 34% tienen como jefe de hogar a una persona extranjera. Estos asentamientos informales presentan una gran diversidad en cuanto a su complejidad, la cual está determinada por factores como el número de habitantes, las características culturales de los mismos, la extensión del terreno y la ubicación geográfica, entre otros.
Es evidente que no todos los campamentos son iguales. Estas ocupaciones ilegales, ubicadas en terrenos más extensos tienden a contar con una estructura más organizada, se diseñan en mayor concordancia con una urbanización básica ya que sus habitantes esperan poder transformarlos en un lugar de residencia definitiva con el apoyo del Estado. Por otro lado, en el norte del país, existen campamentos que albergan a una gran cantidad de población migrante, muchas veces en situación de indocumentación, lo cual dificulta su acceso al mercado laboral formal.
La precariedad en la que viven los habitantes de estos campamentos les impide acceder a los recursos necesarios para subsistir de manera digna. La falta de oportunidades los empuja hacia la informalidad laboral, el comercio ilegal, a negocios ilícitos y la delincuencia. Todas actividades que se ven facilitadas por la relativa inexpugnabilidad de estos asentamientos y por el desarrollo de negocios locales como almacenes, botillerías y discotecas que promueven la autarquía del enclave.
Las viviendas son obras de autoconstrucción y de ejecución progresiva de acuerdo con los ingresos. Los materiales constructivos son de bajo costo y suficientemente ligeros para ser transportados por personas o en pequeños vehículos capaces de sortear las estrechas y habitualmente angostas, oscuras, empinadas y zigzagueantes calles de los campamentos. En ellas, habitualmente entre los cables de conexiones muchas veces irregulares existen numerosas cámaras de vigilancia que permiten el control de los desplazamientos internos. En sus fachadas sobresalen antenas, ventanas pequeñas que logran mantener la privacidad de los moradores y rejas, y protecciones en puertas y ventanas elementos que distinguen al igual que la materialidad sólida de algunas construcciones el estatus de sus moradores.
La ausencia de estado en este tipo de asentamientos, la ineficacia para evitar su proliferación y la nula influencia en su diseño, sin duda ha facilitado que en ellos operen grupos delictuales y criminales con casi total impunidad. Ante ello, es necesario evitar la “favelización” de los campamentos, un tipo de arquitectura que representa una amenaza para nuestra convivencia e integración social.
Fuente: https://www.diarioestrategia.cl/texto-diario/mostrar/4826836/arquitectura-favelizacion