Columna de la académica Constanza Ipinza publicada en El Dínamo.
Tras el Día Internacional de la Conciencia sobre el Ruido, es crucial reflexionar sobre cómo las condiciones acústicas inadecuadas en los espacios de aprendizaje, tales como el ruido excesivo y la alta reverberación, puede interferir en el itinerario formativo de niños, niñas y adolescentes, especialmente en un contexto postpandemia en donde la normativa de diseño acústico para la construcción de este tipo de edificaciones es aún inexistente.
Diversos estudios académicos (Brammer y Laroche, 2012; Klatte et al., 2010; Bluyssen, 2017, Ipinza-Olatte 2023) han indicado que el ruido puede afectar tanto la comunicación, la atención y el desempeño académico, como la salud y el bienestar del estudiantado. Adicionalmente, la población más afectada son los menores de 12 años, puesto que se encuentran en plena etapa de desarrollo cognitivo, y, por lo tanto, son más propensos que la población adulta a perder información auditiva fundamental para la comprensión y el aprendizaje (Jones et al., 2015; Neuman et al., 2010). Asimismo, aquellas personas con trastorno del espectro autista, discapacidad auditiva y desordenes del lenguaje, se ven más afectados en entornos que exacerban el ruido por la falta de absorción sonora y de aislamiento acústico.
Esta situación se agrava al considerar los impactos globales y aún latentes de la pandemia por COVID-19, donde el cierre de las escuelas generó una “pobreza de aprendizaje” sin precedentes en Latinoamérica según lo publicado por el Banco Mundial en 2022. Chile no estuvo ajeno a esta situación, sino que fue uno de los países que más tiempo mantuvo cerradas sus escuelas. Si a esto se suma que al 2018 ya se había identificado en los resultados de la prueba PISA una brecha de tres años de escolaridad entre los grupos socioeconómicos alto y bajo del país, y que en la prueba SIMCE de 2022 la caída del desempeño académico fue mayor al 50%, es crucial fomentar espacios seguros para el desarrollo del lenguaje y la comunicación.
Este escenario enfatiza la urgente necesidad de revisar nuestras normativas actuales más allá de los criterios acústicos recomendados en las guías de diseño ministeriales. Esto significa relevar el compromiso de la educación de calidad, mejorando la infraestructura escolar, incluida su acústica. En definitiva, mientras enfrentamos el desafío de recuperar tiempo y aprendizajes perdidos, debemos asegurar también espacios que favorezcan entornos de aprendizaje libres de las barreras que el ruido y la arquitectura hoy presenta.
Fuente: https://www.eldinamo.cl/opinion/2024/04/25/la-acustica-como-barrera-de-aprendizaje-un-desafio-pendiente/